viernes, 23 de enero de 2015

La promoción de 1992: intensidad sin límites

Los encuentros que cerraron la temporada 1991-1992 situaron nuevamente al Deportivo en la cuerda floja. El club coruñés había disputado su primera Liga en la División de Honor tras casi dos décadas en otras categorías, pero la permanencia dependía de una sufrida promoción contra el Betis

Kiriakov pelea por el esférico ante un jugador verdiblanco
El Deportivo tenía el difícil reto de consolidarse en Primera División en 1991, después de una prolongada travesía por el desierto. Los seguidores blanquiazules ya sabían lo que era festejar la simple supervivencia de la entidad coruñesa gracias al gol de Vicente tres años antes.

Augusto César Lendoiro situó en el banquillo a Marco Antonio Boronat, destituido la temporada anterior como técnico de la Real Sociedad, donde había comenzado su carrera como entrenador sustituyendo a John Benjamin Toshack. Su mayor aval era haber clasificado a los vascos para la UEFA.

Entre los jugadores llamados a reforzar la plantilla se encontraban tres hombres que acusarían una gran inactividad debida a problemas físicos: el lateral López Rekarte, procedente del Barcelona; José Luis Ribera, central que provenía del Burgos, y el guardameta Canales, canterano del Real Madrid. La contratación del portero albaceteño requirió el mayor desembolso del Deportivo hasta aquel momento, pero su grave lesión forzó el fichaje de Paco Liaño a última hora. El internacional búlgaro Ilián Kiriakov completaba la lista de nuevos nombres.

En aquella Liga, la primera que el Real Madrid se dejó en Tenerife el último día de competición, los coruñeses no llegaron a superar un 9º puesto alcanzado en las primeras jornadas. Poco después, dos severas goleadas encajadas en Riazor contra los merengues y el FC Barcelona ubicaron al Deportivo en puestos de descenso directo.

Los asuntos relativamente extradeprotivos también sacuedieron ese año a la entidad. El 'caso Fran' explotaba en febrero, cuando se descubrió que existía un documento firmado en blanco que vinculaba al de Puente Carreira con el Real Madrid. Las negociaciones entre Lendoiro y Mendoza remataron con una decisión salomónica que derivó en un auténtico culebrón. Además, el Dépor vivía un proceso de conversión en sociedad anónima deportiva y la gestión era muy delicada.

Con todo, el equipo se mantuvo varias semanas en una zona tranquila dentro de la parte baja de la tabla, gracias a que casi siempre lograba puntuar como local. En aquel recinto con forma de herradura se presenciaron numerosos empates a cero goles.

Martín Lasarte, uno de los líderes de la zaga herculina
En cambio, la trayectoria negativa en campos ajenos provocó la destitución de Boronat, despedido después de caer 3-0 en Albacete. La recta final se afrontó nuevamente con Arsenio Iglesias en el blanquillo. El conjunto blanquiazul tuvo que luchar hasta el último suspiro, pero los resultados no fueron favorables a sus intereses y el Espanyol superó en un punto a los adiestrados por el Zorro de Arteixo; los catalanes se libraban así de jugar la promoción, trámite de obligado cumplimiento para Deportivo y Cádiz.

Los únicos deportivistas que disputaron todos los encuentros fueron Djukic y Fran, y el máximo anotador fue Claudio Barragán, don diez dianas en su cuenta.

El contrincante que aspiraba a ascender en detrimento de los coruñeses era el Real Betis Balompié. El 10 de junio de 1992 se vieron las caras en Riazor para decidir el marcador del partido de ida. El Deportivo, con Djukic en la grada por sanción, lo dio todo y derrotó a los verdiblancos por 2-1. Albístegui, de penalti, y Kiriakov, en un golpe franco, meterializaron los goles de los de casa, aunque el búlgaro erraría un nuevo penalti.

El choque decisivo se jugó en el Benito Villamarín el 17 de junio. Compusieron la alineación gallega Canales, Mariano, Ribera, Djukic, Lasarte, Sabín Bilbao, José Ramón, Albístegui, Kiriakov, Fran y Claudio, aunque también participarían Uralde y Kanatlarovski. En el estadio sevillano se vivieron momentos de mucha tensión, pero el Betis no fue capaz de rebasar la telaraña defensiva organizada por Arsenio. El empate a cero permitía que el Deportivo se mantuviese, al menos, un año más en Primera.

Especialmente significativa es la imagen del mítico entrenador deportivista saliendo del banquillo para abrazar al capitán Martín Lasarte, notablemente turbado por la emoción, y decirle: "¡Qué alegría, Martín, qué alegría...! Cuánto he sufrido...".

Cuatro Caminos comezaba a ser ocupada en ese momento por los emocionados hinchas blanquiazules, y los abrazos se extendieron por toda la ciudad. Sin embargo, casi nadie se atrevía a soñar con lo que sucedería a partir de entonces, ya que dos irrepetibles brasileños estaban a punto de cruzar el charco para contribuir a un salto de calidad que dejó perplejo al mundo del fútbol.




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